diciembre 16, 2012

La reunión


Los segundos pasaban, inevitablemente demasiado lento, no sería mucho lo que faltaba, y aún así, para ella esa hora y media había sido una tortura.

¿Cuánto más tendría que soportar a ese tipo hablar? No decía nada de importancia, y al parecer Sara no era la única que pensaba igual, varios a su alrededor estaban a punto de dormirse, o trataban de distraerse con algún aparato electrónico.

Quien se suponía a dar la conferencia estaba enfermo, y su reemplazo, bueno, no podía ser peor. Cuanto deseaba Sara que acabara para poder irse; había entrado allí por coalición de su amiga, ya que creía que necesitaba un descanso de tanto trabajar, y esa conferencia sobre cómo relajarse adecuadamente, le era completamente ridícula.

¡Pobres los que tendrían que soportar una conferencia de tres horas que había después!

Cuando quien hablaba dio las gracias por su atención, Sara tomó sus cosas, y rápidamente se dispuso a salir, tenía que asistir a una reunión importante, y primero tenía que terminar un informe sobre un caso resuelto.

Desafortunadamente no era la única con apuro, la empujaron y la pisaron varias veces, una señora pequeña la empujo con una fuerza superior a su tamaño, que hizo que Sara tropezara. Pero agarró el bolso con fuerza para que no se le cayera nada.

Tomó un taxi y llegó a su casa en veinte minutos, apenas entró se sentó y empezó a trabajar en su informe, afortunadamente no era muy largo y trató de no distraerse para no llegar tarde.

Miró el reloj y rápidamente de cambió de ropa, tomó sus cosas y salió, esta vez tomó un autobús, y se dirigió al lugar de la reunión.

Ella junto a una pareja de ancianos, bajaron y siguieron por la calle hasta donde el vigilante recibía datos para dejar entrar. Luego, los tres entraron.

Sara se sabía el camino de memoria, así que no tuvo que preguntar por donde tenía que ir, al parecer la pareja era igual. Se dirigieron hacia un lado opuesto a ella, quien los miró por unos instantes, preguntándose por quien estarían allí.
Luego, Sara caminó ágilmente por los largos pasillos, mirando los nombres de diferentes personas.

Al llegar por fin a su destino, miró el nombre inscrito, Rose. Los ojos se le inundaron de lágrimas tan pronto lo hizo. "Hola hermanita", susurró antes de sentarse en el césped y recostar su espalda en la lápida.
Y allí inició la reunión más importante de su vida.

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